¿los combustibles fósiles no convencionales deberían tener un rol en la transición energética?
Hace mucho tiempo que se conocen los denominados yacimientos no convencionales de petróleo y gas. Estos se pueden clasificar según su método de extracción (Bertinat, y otros, 2014):
- Extracción tipo minera: esquistos bituminosos y arenas bituminosas.
- Extracción por medio de pozos: gas en arenas compactas (tight gas), gas y petróleo de esquistos y pizarras (shale gas / shale oil), petróleos extrapesados y gas de carbón (coal bed methane).
- Otros tipos de extracción: hidratos de metano y gas de pantanos.
A pesar de la gran difusión que han tenido en estos últimos años los anuncios de nuevas reservas de combustibles fósiles no convencionales en diversos lugares del mundo, estos combustibles no garantizan una prolongación infinita del paradigma del crecimiento. Como mucho, serán una fuente supletoria de energía de alto costo, que mitigará, en cierto grado, los impactos sobre el consumo de energía del declive de los combustibles convencionales, cuya producción es más barata. Contemplarlos como una alternativa capaz de incrementar indefinidamente el suministro de energía de bajo costo que ha sostenido hasta ahora el crecimiento económico constituye un error (Hughes, 2013).
Aunque algunos combustibles no convencionales aparezcan como una fuente de ingresos para las economías locales, están marcados por su bajo rendimiento energético neto, la necesidad de continuas inversiones de capital, las limitaciones en la tasa de suministro y los grandes conflictos socioambientales generados por su extracción.
Narrativas creadas desde intereses específicos sugieren que, en el caso de que los consumos energéticos no se pudieran mantener con los recursos convencionales, los no convencionales serían la solución. Pero los recursos no convencionales, que son en apariencia muy grandes, se deben evaluar no en términos de su potencial tamaño in situ, sino también en términos del ciclo total de costos, de los conflictos socioambientales que supone su extracción y suministro y de su capacidad de rendir energía neta.
En 2009, el Centro de Estudios sobre Energía del Reino Unido (UKERC) presentó un informe sobre el agotamiento global del petróleo, en el cual se revisaban los modelos de la producción futura de petróleo realizados por varias organizaciones.
Las conclusiones de ese informe eran (Ibídem, pág. 29, 2013):
- Con los datos disponibles, el máximo de producción de petróleo global se alcanzaría antes de 2030 (y más que probablemente, antes de 2020).
- El nivel máximo de producción global de petróleos convencionales y no convencionales se alcanzaría antes de 2030 (incluía el petróleo convencional, los líquidos del gas natural, los petróleos pesados y el petróleo procedente de arenas asfálticas).
- Menos clara estaba la situación de los combustibles líquidos alternativos, entre los que se encontraban el petróleo de bituminosas, los líquidos procedentes del gas y del carbón, y los agrocombustibles.
En el gráfico siguiente, en forma de pirámide, los recursos de mejor calidad, los que aparecen en acumulaciones más concentradas y se pueden extraer más rápidamente y a costes más bajos, aparecen en el vértice (Ibídem, pág. 44)
A medida que se avanza hacia la base de la pirámide, la cantidad de recursos se incrementa, pero su calidad baja. La primer línea de puntos blanca indica la frontera entre los combustibles convencionales abundantes y de “bajo costo”, y los no convencionales de alto costo. La línea que sigue al descender muestra el límite de producción aún aceptando altos costos; es decir, aceptando que la subida de precios hará efectivas determinadas reservas. La línea que sigue muestra el punto de quiebre en el cual la energía necesaria es mayor que la que se obtiene.
En consecuencia, es discutible si los recursos no convencionales se pueden considerar fuentes de energía. Más allá de la posibilidad técnica y los costos de su extracción, es preciso evaluar en qué territorios se encuentran estos recursos. En muchos casos, se trata de territorios habitados por comunidades tradicionales y/o ricos en biodiversidad. Acceder a dichas reservas implicaría la destrucción de los territorios, sus comunidades y una mayor alteración de los ecosistemas en los que se encuentran. Desde la perspectiva de la transición energética popular se plantea la necesidad de tomar la decisión de dejar los combustibles no convencionales bajo tierra como paso necesario al abandono de los combustibles fósiles convencionales.