¿disponer de reservas o recursos energéticos equivale a poder utilizarlos?

Las posibilidades de aprovechamiento de las reservas de combustibles fósiles y el uranio presentan un sinnúmero de dificultades técnicas, ambientales, políticas y sociales, entre otras. En este apartado solo se aludirá a las dificultades más técnicas, asociadas con la denominada tasa de retorno energético (TRE o EROI, por sus siglas en inglés).
La TRE es un parámetro que nos permite estimar cuánta energía nos cuesta producir energía. Matemáticamente, equivale al cociente entre la energía obtenida y la energía consumida para obtener dicha energía:
Es una especie de rendimiento energético de la fuente. Lo deseable es que el número sea lo más alto posible, ya que eso significa que se obtienen más unidades de energía por energía consumida para producirla.[1]
Es importante diferenciar la TRE de la eficiencia. Habitualmente, se usa el término eficiencia cuando se hace referencia al uso final de la energía; por ejemplo, cuando se analiza cuánta energía se utiliza para calentar algo o para enfriar o para mover algo.
La TRE no siempre se calcula de la misma manera.[2] Se trata solo de un indicador que da cuenta de una relación determinada; es decir, que permite interpretaciones.
El indicador es importante para complementar las cifras de reservas existentes. Los números pueden variar, pero toda la bibliografía indica que la TRE de los combustibles fósiles se encuentra en decrecimiento.
En las sociedades forrajeras y agrícolas, la energía de la que disponía la sociedad rondaba una TRE de 10:1, aunque fuera con una cantidad de energía neta muchísimo menor que la de la era industrial.
Probablemente, los primeros petróleos obtenidos tuvieran una TRE muy alta, cercana a 100:1, es decir que, gastando un barril de petróleo, se obtenían 100 barriles. Estos números comenzaron a decrecer en los últimos años. Así, a escala mundial y por término medio, en la década de 1960 la TRE petrolera rondaba 45:1, para decrecer a 35:1 a finales del siglo XX y 18-20:1 en la primera década del siglo XXI. La del carbón rondaría 46:1. La TRE combinada de petróleo y gas, que era de 23-26:1 en 1992, rondaría 18-19:1 en 2006 (Ibídem, Vol. 2, pág. 105, 2018).
Estas TRE son relativamente elevadas en comparación con lo que se espera en el siglo XXI. Según los economistas franceses Court y Fizaine, el petróleo y el gas alcanzaron sus picos de TRE en las décadas de 1930 y 1940 del siglo XX (pico de 50:1 para el petróleo y de 150:1 para el gas). Desde entonces, decrecen. El carbón sería el único combustible fósil cuya TRE aún no ha alcanzado su máximo, que se prevé entre 2020 y 2045 (Morassi, 2017).
Los mismos autores sugieren una posible relación entre esta disminución en curso y la desaceleración del crecimiento económico convencional en los últimos años. Con el decrecimiento de la TRE, los costos generales de la producción de energía de combustibles fósiles aumentarán, aun cuando los valores de mercado de los combustibles fósiles permanezcan bajos. Por lo tanto, parece imposible que la oferta y demanda de combustibles fósiles del siglo XX pueda sostenerse en el presente siglo.
Una forma muy gráfica de ver el impacto de la TRE sobre las reservas de petróleo conocidas se puede observar en el gráfico siguiente, donde en color gris claro se indican los barriles de petróleo netos una vez descontados los necesarios para poder extraerlos en el contexto de disminución de la TRE.
(Fernández Durán & González Reyes, 2018)

En síntesis, no todos los recursos inventariados son posibles de recuperar debido al alto costo energético que supone hacerlo. O dicho en otras palabras: no todas las reservas teóricamente existentes podrían necesariamente utilizarse.
Surgen muchas preguntas en relación con las consecuencias sociales, ambientales y políticas de este declive: ¿cuáles serán los sectores más afectados por estos cambios? ¿Cómo cambiarán las relaciones de poder que se han construido, entre otras cosas, en torno al uso de las fuentes de energía? ¿Es posible avanzar hacia un modelo de energía desmercantilizado, en que las relaciones entre oferta y demanda no sean las que determinan el acceso y control? ¿Cuáles son las consecuencias ambientales de seguir profundizando la extracción de recursos cada vez más escasos?
[1] Por ejemplo si la TRE es 10:1, quiere decir que yo invierto o gasto una unidad de energía y con eso obtengo 10 unidades.
[2] Esto resulta relevante porque existen muchos debates sobre qué considerar como energía consumida o invertida. Muchos trabajos alertan de que, en general, los cálculos de la TRE son sobreestimados (en otras palabras, que dan valores superiores a los reales).