¿cuál es la relación entre transición energética y cambio climático? ¿el acuerdo de parís contribuye a la transición energética?

De acuerdo con el especialista Javier A. Prieto (2018), avanzar en lo que plantea como transición energética exige tres condiciones: la reducción de la demanda neta de energía, el despliegue de energías renovables desde una óptica descentralizada y la mejora de la conservación de los ecosistemas junto a un manejo agroecológico de la tierra. Adicionalmente, este proceso debe darse en un contexto democrático y de justicia socioambiental.

Puede que el punto más controversial sea la necesaria reducción de la demanda porque implicaría encontrar estilos de vida con menor uso de energía.

La necesidad de reducción de la demanda energética es de gran magnitud. Un escenario compatible con limitar el incremento de la temperatura global por debajo de 1,5 ºC establece, de aquí a 2050, un decrecimiento de la demanda energética del 32 % respecto a los niveles de 2010. Pero este porcentaje debería ser el doble en los países ricos para dar cuenta de su deuda histórica y priorizar el acceso a los recursos a quienes tienen menos.

Es necesario que la reducción de la demanda se planifique democráticamente, con detalle, que se establezcan prioridades, categorizaciones y senderos de avance, sobre la base de la justicia socioambiental y la construcción del buen vivir.

Esto es incompatible con el mercado de la energía, que carece de capacidad para autoregularse con el fin de que se reduzcan los volúmenes de comercialización de bienes energéticos.

Se trata de construir socialmente formas y sistemas de satisfacción de necesidades menos materiales y energéticos, eliminando consumos superfluos. Pero, sobre todo, urge establecer como objetivo conjunto la disminución del uso de la energía y transformar la visión de que el incremento en el uso de la energía es algo positivo para la población en general.

Siguiendo los escenarios presentados en la pregunta 20, se observa un debate sobre la posibilidad de abastecer a una curva creciente de demanda energética a nivel mundial. Según BP (British Petroleum, 2018), en el año 2017 se consumieron 13 511 millones de toneladas equivalentes de petróleo (TOE), equivalente a una potencia media anual de aproximadamente 17,9 teravatios (TW). Esto significa que el consumo per cápita a nivel mundial es de 1,92 TOE por habitante y año.

Seguir el escenario planteado por BP, basado en la continuidad de la tendencia actual de consumo de la energía, implicaría que en el año 2040 se consuman 17 866 millones de TOE, equivalente a una potencia media anual de 23,71 TW. Ese incremento de la demanda de la energía pondría en riesgo la supervivencia de gran parte de la especie humana y de otras especies del planeta.

Es importante evaluar la dimensión de los cambios necesarios. Si se asume el escenario energético propuesto por Ecofys para los años futuros, esto implicaría que el consumo de energía en el año 2040 se encuentre aproximadamente en 6449 millones de TOE, equivalente a una demanda media anual de 8,56 TW. Es decir, el uso de la energía en 2040 debería ser la mitad del registrado en 2017.

En la siguiente tabla se puede observar los consumos per cápita en la actualidad de países seleccionados y del mundo, y en las últimas columnas se indica cuál debiera ser el consumo per cápita mundial para dos escenarios.

Región o país Consumo per cápita 2014 (TOE/hab. y año)
Argentina 2,01
Australia 5,32
Bélgica 4,7
Bolivia 0,78
Brasil 1,48
Camerún 0,34
China 2,23
Cuba 1,022
Colombia 0,71
EUA 6,95
Francia 3,65
Ghana 0,33

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El cuadro nos da una idea de la magnitud del desafío en términos culturales y de reducción de consumo. Cabe anotar que los datos per cápita asumen una distribución equitativa entre la población y, con el sistema existente, es probable que la reducción de la demanda afecte de forma diferencial, de acuerdo con el nivel de ingreso y el acceso a la energía. Por lo tanto, es necesario que esta reducción vaya acompañada de políticas redistributivas y de garantía del acceso a los niveles básicos de energía para toda la población.

De esta manera, se trata no solo de planificar un decrecimiento del uso de energía, sino de cambiar el sistema socioeconómico, que debería funcionar con una cantidad de energía disponible indudablemente menor.

Los cambios del lado de la demanda de la energía son la clave de un proceso de transición energética popular deseable. La disminución efectiva de la utilización de la energía es la primera opción. No basta con tomar medidas de eficiencia energética asociada a los diversos procesos de transformación de la energía. Sin duda, el camino central pasa por cambiar las pautas de consumo y producción a nivel mundial, y recrear otras formas de alcanzar el buen vivir con menos materia y energía.

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